Reunión de Navidad año 2023
El domingo 24 de diciembre, tuvimos nuestra reunión de navidad junto a nuestros hermanos del...
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ay un sólo Dios, vivo y verdadero, eterno, de infinito poder, sabiduría y bondad; creador y conservador de todas las cosas, así visibles como invisibles. Afirmamos que en la unidad de la Deidad hay tres personas, de una misma substancia poder y eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las tres personas son claramente distinguibles por sus operaciones, y al mismo tiempo inconfundible e indivisible en la unidad del Ser. Por lo tanto, hay un solo Dios (Génesis 1:26-31; Deuteronomio 6:4; 1 Reyes 8:27; Salmos 145:3; Jeremías 10:10; Job 11:7-9; Isaías 6:3; Mateo 3:16-17; Mateo 17:1ss; Mateo 28:19; Marcos 1:10; Marcos 9:1-12; Lucas 1:30-35; Lucas 3:22; Lucas 9:28-39; Juan 4:24; Juan 14:16, Juan 14:26; Hechos7:2; 2 Corintios 13:14; Hebreos 4:13; 1 Pedro 1:2;).
l Espíritu Santo, tercera persona de la santísima Trinidad, que procede del Padre y del Hijo, es de una misma substancia, majestad y gloria con el Padre y con el Hijo, verdadero y eterno Dios. De lo anterior se afirma también que el Espíritu Santo no es creado, ni hecho, ni engendrado, sino procedente (Génesis 1:2; Isaías 32:15; Juan 14:16,26; 15:26; Gálatas 4:6).
El Espíritu Santo, en nombre de Cristo, actúa con poder regenerador, creando una vida nueva en el convertido, y acompañándole con el mismo gozo y virtud de Pentecostés, reconocido también como bautismo del Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo recae sobre el creyente como una gracia de Dios disponible para todos quienes hayan sido limpiados y santificados en la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Este revestimiento de poder suministra fuerza para testificar el nombre de Cristo y cumplir la Gran Comisión. (Ezequiel 36: 27-28; Joel 2:28-32; Hechos 2:1-4; Hechos 2: 4-33; 1 Corintios 3:16; Romanos 8:9; Efesios 1:13-14; Gálatas 5:16).
risto verdaderamente resucitó de entre los muertos, volvió a tomar su cuerpo, ahora glorificado, con todo lo perteneciente a la integridad de la naturaleza humana, con lo cual subió al cielo; y allí está sentado a la diestra del Padre intercediendo por nosotros hasta que vuelva para juzgar a todos los hombres en el postrer día (Salmos 16:10; Oseas 6:2; Mateo 28:1-10; Marcos 6: 9-14; Marcos 16:18; Lucas 24:1-49; Juan 20:1-29; Hechos 2:22-36; Romanos 1:4; Romanos 10:9; 1 Corintios 15:3-4; 1 Corintios 15:20; 1 Juan 2:1).
l Hijo, que es el Verbo o Palabra del Padre, verdadero y eterno Dios, de una misma substancia con el Padre, tomó la naturaleza humana mediante el nacimiento virginal; de manera que dos naturalezas enteras y perfectas, a saber, la deidad y la humanidad, se unieron en una sola persona, para jamás ser separadas, de lo que resultó un solo Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que realmente padeció, fue crucificado, muerto y sepultado, para reconciliarnos con su Padre y para ser un sacrificio, no solamente por la culpa original, sino también por los pecados actuales de los hombres (Génesis 1:1,26; Deuteronomio 18:15, 18; Mateo 1:16; Mateo 1:18-23; Mateo 16:16; Mateo 17: 1-3; Marcos 9:1-12; Lucas 9:28-36; Juan 1:1; 1:1-14; 8:58; 10:30; 20:28; Romanos 9:5; Filipenses 2:5-11; Colosenses 2:9; Gálatas 4:4; Romanos 1:4; 1 Corintios 15:3-4; Colosenses 1:15-18; Hebreos 4:15; 1 Juan 1:5).
olamente reconocemos sesenta y seis libros inspirados, los que son Palabra de Dios. Estas Sagradas Escrituras contienen todas las cosas necesarias para la salvación; de modo que no debe exigirse que hombre alguno reciba como artículo de fe, considere como requisito necesario para la salvación, nada que en ellas no se lea ni pueda por ellas probarse. Bajo el nombre de Sagradas Escrituras comprendemos aquellos libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, de cuya autoridad nunca hubo duda alguna en la Iglesia (Salmo 119; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:21; Hebreos 1:1-2).
Los nombres de los libros canónicos son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, el Primer Libro de Samuel, el Segundo Libro de Samuel, el Primer Libro de los Reyes, el Segundo Libro de los Reyes, el Primer Libro de las Crónicas, el Segundo Libro de las Crónicas, el Libro de Esdras, el Libro de Nehemías, el Libro de Ester, el Libro de Job, los Salmos, los Proverbios, El Eclesiastés o El Predicador, el Cantar de los Cantares de Salomón, los Cuatro Profetas Mayores y los Doce Profetas Menores. Todos los veinte y siete libros del Nuevo Testamento que son generalmente aceptados: Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Hechos, Romanos, Primera de Corintios, Segunda de Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Primera de Tesalonicenses, Segunda de Tesalonicenses, Primera de Timoteo, Segunda de Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos, Santiago, Primera de Pedro, Segunda de Pedro, Primera de Juan, Segunda de Juan, Tercera de Juan, Judas, Apocalipsis. Todos éstos los recibimos y tenemos como canónicos (1 Juan 5:9; 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Pedro 1: 19-21; Apocalipsis 22:18-19).
l Antiguo Testamento no es contrario al Nuevo Testamento, puesto que en ambos, Antiguo y Nuevo, se ofrece la vida eterna al género humano por Cristo, único Mediador entre Dios y el hombre, siendo que Él es Dios y Hombre. Por lo cual no deben ser escuchados los que pretenden que los antiguos patriarcas tenían su esperanza puesta tan solo en promesas transitorias. Aunque la ley que Dios dio por medio de Moisés, en cuanto se refiere a ceremonias y ritos, no obliga a los cristianos ni deben sus preceptos civiles recibirse necesariamente en ningún estado; sin embargo, no hay cristiano alguno que quede exento de la obediencia a los mandatos que se llaman morales (Lucas 24:25-27; Juan 1:17; Romanos 15:4-6; Colosenses 3:16; Hebreos 1:1-2).
esde antiguo, y por la convicción que nace de las Sagradas Escrituras, la Iglesia ha creído que Adán cometió el primer pecado, lo que trajo consigo la muerte y la separación de Dios. Este primer pecado de Adán, llamado pecado original, fue traspasado a todos los hombres por cuanto todos hemos pecado a la manera de Adán. Esto ha hecho que todos seamos herederos y portadores del pecado original desde nuestro nacimiento; y ningún ser humano está exceptuado de este horrible mal. En consecuencia, nacemos en pecado e impedidos de hacer el bien.
Pero el pecado original no consiste (como falsamente aseveraban los antiguos herejes pelagianos de los siglos IV-V d.C.) en la imitación de Adán, como si cada uno de nosotros naciese sin pecado, igual que Adán al principio, antes de caer, y que luego cada uno haya decidido por su pura libertad cometer su propio pecado original. Antes bien, nosotros afirmamos que el pecado original es la corrupción de la naturaleza de todo hombre engendrado, desde que nace, en el orden natural de la estirpe de Adán, precisamente porque Adán se lo heredó. Todos nacemos en pecado; por lo cual el hombre está muy apartado de la justicia original desde que nace, y por su misma naturaleza se inclina al mal, y esto continuamente. Desde Adán, ningún ser humano ha nacido sin pecado original, salvo Jesucristo hombre (Génesis 2-3; luego, el pecado fue traspasado a todos los hombres: Génesis 4:1ss; 6-7; 11:1-9; Proverbios 20:9; Eclesiastés 7:20; Romanos 3:21-23; Romanos 5:12; Romanos 6:23; Romanos 7: 21-24; 1 Corintios 15:37-49; Efesios 2:3; Gálatas 5:17).
a condición del hombre después de la caída de Adán es tal que no puede volverse ni prepararse a sí mismo por su fuerza natural y propias obras, para ejercer la fe e invocar a Dios. Por tanto, como somos pecadores, no tenemos poder para hacer obras buenas agradables y aceptas a Dios sin que la gracia de Dios por Cristo nos capacite para que tengamos buena voluntad y coopere con nosotros cuando tuviéremos tal buena voluntad. En ese caso, el hombre salvado puede actuar sólo si por medio de la gracia de Dios es tocado y movido por el Espíritu Santo. Las acciones justas y pías del hombre solamente son posibles como resultado de la acción de la gracia de Dios en él. El resto de sus actos, fuera de la gracia de Dios, es decir, cuando el hombre aún está en la condición de perdido, por libres y legítimas que parezcan no son más que fruto estéril y pecaminoso, y en absoluto mueven la mano de Dios. Si el hombre recibe a Cristo como su salvador, es porque la gracia de Dios así lo quiso (Juan 8:3436; 15:5, 16; Romanos 7:7-25; Tito 3:4-5).
e nos tiene por justos delante de Dios sólo por los méritos de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, por la fe, y no por nuestras propias obras o merecimientos. Por tanto, la doctrina de que somos justificados solamente por la fe es una afirmación bíblica insustituible, bien saludable y muy llena de consuelo (Romanos 1:16-17; 3:22; 5:1-2; Filipenses 3:4-9).
Por la justificación el hombre que era pecador ahora es declarado justo por la gracia de Dios y la fe en Jesucristo. Nuestras culpas no nos son más contadas porque hemos sido redimidos, regenerados y santificados, obteniendo la reconciliación con nuestro Padre celestial. Ahora conocemos que somos hijos de Dios y tenemos entrada en su gloria (Efesios 1:7; Juan 3:3-8; Romanos 1:7; Hebreos 9:12,14).
unque las buenas obras, que son fruto de la fe y consiguientes a la justificación, no pueden librarnos de nuestros pecados, ni soportar la severidad de los juicios de Dios, son, sin embargo, agradables y aceptas a Dios en Cristo y nacen de una fe verdadera y viva de manera que por ellas puede conocerse la fe viva tan evidentemente como se conocería el árbol por su fruto (Efesios 2:10; Gálatas 5:22-23; Santiago 2:14-26).
na “erogación” es una ofrenda, un tributo. Una “supererogación” es una ofrenda que va más allá de lo que se espera. Las obras de supererogación son bien vistas por Dios, pero debemos realizarlas con humildad porque no nos salvan ni maravillarán al Señor.
Las obras voluntarias ejecutadas aparte o en exceso de los mandamientos de Dios llamadas obras de supererogación, no pueden enseñarse con arrogancia e impiedad, pues por ellas declaran los hombres que no sólo rinden a Dios todo lo que es de su obligación, sino que por amor a él hacen aún más de lo que en rigor les exige el deber, siendo así que Cristo dice explícitamente: “Cuando hubiereis hecho todo lo que os es mandado, decid: Siervos inútiles somos” (Amos 4:5; 1 Crónicas 29:17; Marcos 12: 41-44; Lucas 17:10).
o todo pecado voluntariamente cometido después de la justificación es pecado contra el Espíritu Santo, e imperdonable. Por lo cual, a los que han caído en el pecado después de su justificación no se les debe negar el privilegio del arrepentimiento. Después de haber recibido al Espíritu Santo, podemos apartarnos de la gracia concedida y caer en el pecado y, por la gracia de Dios, levantarnos de nuevo y enmendar nuestra vida. Por lo tanto, son de condenar los que dicen que ya no pueden pecar más mientras vivan, o que niegan a los verdaderamente arrepentidos la posibilidad del perdón (Santiago 1:12-15; 1 Juan 2:1; 1 Corintios 1:30-31).
a Iglesia visible de Cristo es la congregación de fieles en la cual se predica la Palabra pura de Dios, y se administran debidamente los sacramentos, conforme a la institución de Cristo, en todo aquello que forma parte necesaria y esencial de los mismos (1 Corintios 2:1-5; Mateo 28:19; 1 Corintios 11:27-34).
A esta Iglesia visible son todos invitados. Pero cuando el Señor venga separará la cizaña del trigo, y entonces se dejará ver la Iglesia invisible a la que solamente pertenecen los verdaderos cristianos llamados y elegidos por la gracia de Dios, para morar con él en el cielo (Salmo 1:5; Daniel 12:10; Mateo 13:24-30; 25:31-46; Lucas 17:33-36).
La Iglesia en su esencia es una porque una sola Iglesia dejó establecida nuestro Señor Jesucristo; es santa porque él la lavó con su sangre y la santificó como su pueblo apartado del mundo; es apostólica porque sigue la doctrina contenida en el Nuevo Testamento, la que predicaron los hombres directamente llamados
por Cristo; y es universal en tanto se extiende a todas partes, acogiendo en su seno a hombres y mujeres llamados a ser parte de su cuerpo sin distinción alguna (Éxodo 12:16; Levítico 23:3; Deuteronomio 14:2; Mateo 16:18; Hechos 20:28; Romanos 12:4-5; 1 Corintios 1:2; 15:9).
a Iglesia cree en la resurrección de los muertos, en el arrebatamiento premilenial, y en la Segunda Venida de Cristo a la tierra en gloria y majestad para juzgar a los vivos y a los muertos. La primera resurrección significa que los justos en Cristo, que un día murieron, volverán a la vida cuando sean levantados de sus sepulcros en el arrebatamiento de la Iglesia, uniéndose a los creyentes vivos en el cielo para ser todos transformados. Para esto Cristo resucitó, para que todos los redimidos también resucitemos y reinemos con él (1 Tesalonicenses 4:13-17; Apocalipsis 3:10-11; Lucas 12:35-46).
Habrá dos etapas de la Segunda Venida de Cristo: la primera, llamada arrebatamiento, con el propósito de tomar a sus escogidos que estén preparados, antes de la gran tribulación; y la segunda al final de la gran tribulación cuando él venga con sus santos para destruir al ejército del anticristo, para juzgar a las naciones y para inaugurar el reino milenial (Apocalipsis 6-19; Daniel 9:27; Apocalipsis 19:11-21; 20:4; Mateo 24:29-31; Apocalipsis 20:1-6).
Una vez acabado el reino milenial, Satanás, la bestia y el falso profeta serán echados al lago de fuego y azufre para sufrir eternamente. Al final de los tiempos ocurrirá la segunda resurrección destinada para los impíos y pecadores que serán levantados en aquel día para comparecer y ser condenados ante el trono blanco (Apocalipsis 20:7-15; 21:8; Daniel 12:2; 2 Pedro 3:7-13; Apocalipsis 21:1).
os sacramentos instituidos por Cristo son no sólo señales o signos de la profesión de fe de los cristianos, sino más bien testimonios seguros de la gracia y buena voluntad de Dios para con nosotros, por los cuales obra Él en nosotros invisiblemente, y no sólo aviva nuestra fe en Él, sino que también la fortalece y confirma. En este único sentido los sacramentos, a los que también reconocemos como ordenanzas directas de Cristo, son medios de gracia que acrecientan y promueven la vida cristiana. Los sacramentos instituidos por Cristo, nuestro Señor, en el Evangelio, son dos, a saber: el Bautismo y la Santa Cena del Señor.
Sobre su uso en la Iglesia, sólo en aquellos que los reciben dignamente producen efecto saludable, mientras que los que indignamente los reciben, adquieren para sí – como dice San Pablo – condenación (1 Corintios 11:29).
l Bautismo, sacramento de iniciación cristiana, no es solamente signo de profesión y nota distintiva por la cual se distinguen los cristianos de los no bautizados, sino también es signo de la regeneración o nuevo nacimiento. El bautismo de los párvulos y de adultos debe conservarse en la Iglesia.
El bautismo de párvulos es un bautismo en el que los padres se comprometen y responden por sus hijos del mismo modo como Israel se comprometía por sus hijos cuando eran circuncidados (Génesis 17:23, 26; Hechos 16:15, 33). Asimismo, es deber de los padres criar y mandar a sus hijos en la disciplina del Señor desde la cuna, en cuyo caso dichos hijos serían creyentes desde pequeños (Efesios 6:4).
La Iglesia afirma junto con el apóstol Pablo que el bautismo no salva, e igualmente afirmamos que el bautismo no quita el pecado original; pero sí es símbolo de la identificación del cristiano con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Este bautismo la Iglesia lo practica por aspersión o rociamiento, tal como Israel fue bautizado en la nube (1 Corintios 10:1-2).
a Santa Cena del Señor no es solamente signo del amor que deben tenerse entre sí los cristianos, sino ante todo sacramento de nuestra redención por la muerte de Cristo. De este modo, para los que digna, debidamente y con fe reciben el elemento del pan que partimos, ello es una participación del cuerpo de Cristo; y asimismo la copa de bendición es una participación de la sangre de Cristo. Todos los cristianos deben recibir la Santa Cena del Señor en ambas especies de pan y vino (Marcos 14:22-25; Mateo 26:26-29; Lucas 22:19-20; Juan 1 Corintios 11:23-25).
El cuerpo de Cristo se da, se toma y se come en la Cena sólo de un modo celestial y espiritual. Y el medio por el cual el cuerpo de Cristo se recibe y se come en la Cena es por la fe. Obedecemos y participamos de la Santa Cena del Señor para hacer memoria de la muerte de Cristo y para anunciar su Venida (1 Corintios 11:26).
a oblación (ofrenda) de Cristo, una vez hecha, es la perfecta redención, propiciación y satisfacción por todos los pecados de todo el mundo, originales y actuales; y no hay otra satisfacción por el pecado, sino esta únicamente. En consecuencia, el sacramento de la Santa Cena del Señor no pretende sustituir el sacrificio de Cristo que fue efectuado una sola vez y para siempre. Ninguna otra ofrenda que de nosotros resultara como iniciativa personal, tendría mérito para darnos lo que solamente la obra de Cristo puede dar eterna y definitivamente (Hebreos 9:11-12, 23-28).
os ritos y ceremonias de la Iglesia se deben observar de acuerdo al criterio que la misma Iglesia ha establecido a través de los años, mediante el fundamento bíblico, doctrinal e histórico debidos. Pero también se deben entender y practicar según la diversidad de los países, tiempos y costumbres de los hombres, siempre y cuando nada de aquello se establezca como contrario a la Palabra de Dios y a la verdadera piedad cristiana (Amós 5:21-24).
Cualquiera que según su juicio privado y voluntariamente quebrantare públicamente los ritos y ceremonias de la Iglesia a que pertenece, y que son basados en la Palabra de Dios y aprobados por autoridad común, debe (para que otros teman hacer lo mismo) ser reprendido públicamente como perturbador del orden de los hermanos débiles de la Iglesia, y como quien hiere las conciencias (1 Corintios 14:15, 26, 33, 40).
as riquezas y los bienes de los cristianos son de los mismos cristianos; por tanto no son cosas comunes a otras personas en cuanto al derecho, título y posesión de los mismos, como falsamente aseveran algunos para aprovecharse de aquello que no les pertenece. En ese caso la Iglesia no tiene potestad alguna sobre las riquezas y bienes personales de los cristianos. Sin embargo, las riquezas y bienes deben ser entendidos como regalos de la misericordia divina. Si se entienden como regalos de Dios, entonces los cristianos deberán administrarlos sabiamente y con santidad, sabiendo que todo es y proviene de Dios (Salmo 24:10; Hageo 2:8).
En consecuencia, todo hombre y mujer, de lo que posee y según sus facultades, debe dar con amor y liberalidad a la Iglesia y a los necesitados. Las ofrendas, colectas o erogaciones, como asimismo los diezmos, son signos de mayordomía cristiana que se deben practicar voluntariamente y no por fuerza legal alguna que le amenace coercitivamente. Lo único que debiera mover al cristiano a dar es aquella ley interior y de buena conciencia que nace del amor, gratitud y obediencia al Señor que así lo ha querido establecer en su Palabra (Deuteronomio 12:19; Números 18:21-24,31; 1 Corintios 9:6-16; 16:14; 2 Corintios 9:5-8).
l matrimonio es honroso y Dios lo ha consagrado desde la primera pareja en el Edén. De esta primera pareja, un hombre y una mujer, tomamos el buen ejemplo de cómo creemos y aceptamos el orden y conducta del matrimonio querido por Dios. Cualquier otro modelo de matrimonio, que no esté constituido por un hombre y una mujer, respectivamente, no es verdaderamente matrimonio conforme lo establecen las Santas Escrituras, única regla de fe y conducta a la que nos apegamos por conciencia y convicción (Génesis 1:27-28; 2:18-24; Efesios 5:25-33; Hebreos 13:4). Afirmamos que el matrimonio por Dios establecido es indisoluble (Mateo 19:1-9). La Ley de Dios no manda a los ministros de Cristo hacer voto de celibato, ni abstenerse del matrimonio. Lícito es, pues, para ellos, lo mismo que para los demás cristianos, contraer matrimonio a su discreción, como juzguen más conducente a la santidad (1 Corintios 7:1-9; 1 Timoteo 3:2).
La invitación esta hecha. Siempre serás bienvenido en nuestra Iglesia.
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Leer másDocumento preparado por el Instituto Evangélico de Teología
El concepto sacramento fue utilizado por el cristianismo a contar de los siglos II y III, e indica tanto la relación que se tiene con lo divino, como a la vez aquello mediante lo cual algo o alguien se hace sagrado.
Las iglesias evangélicas y reformadas, en general, sólo reconocemos como sacramentos la Santa Cena o Cena del Señor y el Bautismo. Ambos sacramentos se creen, enseñan y practican como parte esencial de la vida de la Iglesia. Éstos fueron instituidos y ordenados directamente por Jesús, por lo que todo fiel cristiano los debe obedecer y observar dignamente. Ahora bien, los sacramentos son símbolos de una realidad salvífica superior, y jamás pueden reemplazar o sustituir dicha verdad salvífica superior cuyo único autor y administrador es Cristo mismo.
En consecuencia, entendemos que los sacramentos no pueden salvar y, sin embargo, imparten fuerza espiritual, contribuyendo al acrecentamiento de la gracia de Dios en la persona. No son la gracia en sí, pero sí colaboran porque poseen una clara y distintiva relación con la obra expiatoria de Cristo. Los sacramentos ordinariamente son conocidos como ordenanzas que revisten un sentido comunitario y público, dado el hecho de que son una oportunidad para dar cuenta de nuestra obediencia a Cristo y de nuestra fe delante de todos los hombres.
reemos en el sagrado bautismo que el mismo Señor Jesucristo instituyó en el evangelio. De este sacramento participan todos los fieles cristianos, uniéndose en él a Cristo mismo. Es un sacramento ineludible y al que todos debemos acudir para identificarnos con nuestro bendito Salvador.
En el santo evangelio se describe cómo Jesús se acercó a Juan para ser bautizado por él (Mt 3:13-15). Más tarde, el mismo Señor comenzó a bautizar para formar alrededor de sí a los discípulos que habrían de continuar su obra (Jn 3:22-26; 4:1-2). Jesús comenzó a interpretar su bautismo a la luz de su pasión y muerte, hecho que fue registrado por la Iglesia en los evangelios (Mc 10:38-40 Cf. Mt 20:20-23). Acerca de su muerte Jesús dijo en Lc 12:49-50: “Con un bautismo tengo que ser bautizado, y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!”. Asimismo, Jesús enseñó que el bautismo en agua estaba directamente relacionado con el nuevo nacimiento (Jn 3:1ss.). La necesidad de nacer de nuevo, de cambiar de corazón, es algo profundo que solamente puede ser dado de arriba. Este cambio nace del Espíritu y es consagrado con el bautismo en agua. Jesús aprobó el que sus discípulos bautizaran (Jn 4:1,12), y cuando ya resucitado, entregó a la Iglesia la comisión y orden de bautizar a los nuevos creyentesen signo de arrepentimiento y conversión (Mt 28:16-20; Mc 16:5-16). Los apóstoles llamados por Jesús practicaron el bautismo después de pentecostés tal como habían sido ordenados por el Señor (Hch 2:38; 8:12,36; 9:18; 10:47s; 1 Co 1:12-17).
De acuerdo a Hechos 2:38-41; 3:19; 8:12; 19:5, para recibir el bautismo se requiere primero haber escuchado y creído al mensaje del evangelio.Inmediatamente se exige el arrepentimiento y la conversión. En consecuencia, creer y convertirse son un requisito ineludible para el candidato al bautismo.Según el apóstol Pablo el bautismo es un verdadero símbolo de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo (Ro 6:1-14). Ahí, en el sacramento, el cristiano se identifica con la obra de Cristo (Col 2:11-12); es lavado y santificado, dando con ello cuenta de su renuncia y muerte al pecado. Para el apóstol, además, el bautismo incorpora al creyente al cuerpo de Cristo que es la Iglesia (1 Co 12:12ss; Ga 3:26-28) otorgándole a este sacramento un claro sentido eclesiológico y comunitario.
La única fórmula bautismal explícita en el NT es la que aparece en labios de Jesús en la Gran Comisión de Mt 28:19: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Esta es una fórmula trinitaria. Aclaramos, además, que los textos de Hch 2:38; 19:5 no pueden ser entendidas como fórmulas bautismales.
En toda la historia de la Iglesia nunca ha existido un sólo bautismo, es decir, únicamente por aspersión o únicamente por inmersión. Cuando la Iglesia practica el bautismo por aspersión, lo hace porque es clara la relación de este rito con la limpieza y rociamientos rituales del AT. Cuando la Iglesia realiza el bautismo por inmersión, resalta en él todo el simbolismo con la muerte y resurrección de Cristo. La Primera Iglesia Metodista Pentecostal practica el rito bautismal mediante la aspersión, aunque no por ello desestima a quienes por su particular tradición eclesial optan por el bautismo de inmersión. Lo que fundamentalmente importa es el hecho de que el bautismo es un testimonio público de la identificación del cristiano con Cristo (Hch 19:2-5; Ga 3:25-27), y de que es asimismo el símbolo del lavamiento de nuestros pecados realizado por medio de su bendita persona (Ap 1:5).
En cuanto al bautismo de infantes, éste se practica debido a la relación de analogía existente entre la circuncisión del Antiguo Testamento y el bautismo cristiano neotestamentario. Así, mientras que en Gn 17:23,26 se dice que toda una casa fue circuncidada, padres e hijos, el mismo día, así también en Hch 16:15,33 toda la casa de Lidia y toda la casa del carcelero fueron bautizados el mismo día. Ciertamente, antes de llegar al bautismo se requiere primero del arrepentimiento, pero admitimos que los niños, quienes se encuentran bajo el cuidado y tutelaje de sus padres, pueden ser bautizados en tanto los padres responden por esos hijos. En ese sentido, es su deber criarlos y ordenarlos en la disciplina y fe del Señor desde nacidos. Si los padres cumplen con este deber evangélico, entonces los hijos serán verdaderos creyentes, incluso, desde la misma cuna.
s nuestra firme convicción que nuestro Señor Jesucristo instituyó personal y directamente el sacramento de la Santa Cena, llamada también la Comunión de la Cena del Señor. Junto al bautismo son los dos únicos sacramentos que observamos en obediencia a Cristo porque así se encuentran ordenados en las Sagradas Escrituras.
Ciertamente la Iglesia ha entendido alguna relación de este sacramento con la Pascua judía en la que se comía un cordero (Ex 12:3s) libre de toda mancha (Ex 12:5), en cuya primera ocasión su sangre fue puesta en los postes y dinteles de los hogares hebreos para librar a sus moradores de la mortandad (Ex 12:7,13). En la celebración de la Pascua no se debía quebrar ningún hueso del cordero (Ex 12:46) y juntamente se comían panes sin levadura (Ex 12:8,15-29). Además existían liturgias domésticas en las que los judíos tomaban pan y vino, y juntamente lo bendecían. Pero en Jesús la Santa Cena no representa una repetición de la Pascua u otro rito judío sino más bien una superación, instituyendo una nueva fórmula con un sentido más profundo y pleno, dando el significado definitivo con que sería entendido este bendito sacramento.
Es en Lucas 22:19 donde aparece el mandato de Jesús a sus discípulos de repetir este rito después de su muerte y en su memoria. Fue así que la iglesia primitiva lo practicó obedientemente en su culto.Hechos le llama la “fracción del pan” (Hch 2:42; 20:7) y Pablo habla de “mesa del Señor” (1 Co 10:21) o “comida del Señor” (1 Co 11:20).
El sacramento de la Santa Cena tiene por propósito el hacer memoria de la persona de nuestro Señor Jesucristo y de su bendita obra expiatoria en la cruz (1 Co 11:24). Quien participa de esta ordenanza del Señor, adhiere con toda su fe y con todo su corazón al sacrificio realizado por Cristo y anuncia públicamente la muerte del Señor (1 Co 11:26). Se trata, entonces, de un gesto de identificación con el Señor y de confirmación de nuestra profunda fe en su obra vicaria. Al participar del pan y del vino de la Santa Cena, quedamos espiritualmente unidos a Cristo, y visiblemente partícipes de la comunión con su Iglesia. El apóstol Pablo enseña, además, el carácter escatológico de la Santa Cena dado que al participar de ella, de alguna manera nos estamos anticipando a aquella comida escatológica que disfrutaremos cuando nos encontremos con Él en el cielo. La Santa Cena simboliza y prefigura, entonces, la fiesta que tendremos con Cristo en la eternidad celestial (Mt 26:29). Es así que la Santa Cena se anticipa a la Gloriosa Segunda Venida de Cristo a modo de anuncio y proclamación (1 Co 11:26).
Asimismo, la Santa Cena promueve la unidad material y espiritual del cuerpo de Cristo que es la Iglesia (1 Co 10:17; 11:33). Por lo mismo, ningún hombre o mujer debiera acercarse a la mesa del Señor con un corazón sucio y sin el adecuado discernimiento del cuerpo del Señor que es la Iglesia, porque en ella todos participamos de un mismo pan. Por tanto, como advierte el apóstol, examínese cada cual antes de participar de la Santa Cena, discierna el cuerpo de Cristo y espérense unos a otros para participar dignamente y en verdadera comunión (1 Co 11:28, 29, 33).
En el sacramento de la Santa Cena, o comunión de la Cena del Señor, se ven simbolizados el cuerpo y la sangre de Cristo por medio del pan y el vino respectivamente. Pero ni los elementos del pan y el vino pueden ser considerados como sustitutos de la verdadera gracia que sólo reposa en la persona de Jesús. La Santa Cena es una “acción de gracias” (1 Co 11:24) y los primeros cristianos accedían a ella inmediatamente después del bautismo cristiano. Hoy es aconsejable que cada persona participe de este sacramento teniendo plena conciencia del significado, seriedad e importancia espiritual que en éste se encierra.
En septiembre de 1975 se celebró el primer Servicio de Acción de Gracias o Tedeum Evangélico realizado en la recientemente inaugurada Catedral Evangélica de Santiago.
El Servicio de Acción de Gracias no nació por la intención de los Pastores de la época de tener un culto donde pudieran asistir grandes personalidades del país, sino que tuvo su incubación en el corazón del primer Obispo Pentecostal chileno Rev. Manuel Umaña Salinas (Q.E.P.D.), Pastor de la entonces Iglesia de Jotabeche. En su oportunidad fue tocado por el poder de Dios y profetizó en el antiguo templo ubicado en calle Jotabeche N°40, que “llegará el día en que se construirá una gran Catedral que tendrá salida por los cuatro costados y se celebrarán reuniones donde asistirá el Presidente de la República, sus ministros y altas autoridades del país y el extranjero”, cuando era impensable que llegará alguna autoridad de este rango a nuestra Iglesia.
Estas palabras calaron muy hondo en los corazones de los que las escucharon, entre las cuales estaba su sucesor, nuestro Pastor Javier Vásquez Valencia (Q.E.P.D.). Al asumir la dirección de la Iglesia, se comenzó un periodo de arduo trabajo, donde la Iglesia se dio a la tarea de ver cumplida esta profecía.
En diciembre del año 1974 se cumplió la primera parte de la profecía, se inauguraba el primer Templo Catedral Evangélico de Chile y Latinoamérica, con la asistencia de los gobernantes de la época y las más altas personalidades de nuestro país y de la Iglesia Evangélica. La ceremonia fue presidida por el Pastor Javier Vásquez Valencia (Q.E.P.D.) y por el Obispo de la Iglesia MetodistaPentecostal, Rev. Mamerto Mancilla Tapia (Q.E.P.D.).
Al año siguiente, en el mes de septiembre, se cumple la otra parte de la profecía, se celebra el primer Servicio de Acción de Gracias por la Patria y sus Gobernantes en nuestro Templo Catedral, asistiendo los Gobernantes de la época, Autoridades Civiles y Militares y el Cuerpo Diplomático acreditado en Chile.
Dada la importancia de este servicio, y la trascendencia, este fue transmitido por cadena nacional de radio y televisión.
Desde esa fecha hasta hoy se celebra el Servicio de Acción de Gracias, donde la Iglesia Evangélica Chilena ora por el país sus gobernantes y por la libertad de culto de que goza, en la semana en que nuestro país celebra el mes de la Patria.
Recordemos que la Santa Cena fue instituida por el mismo Señor Jesucristo, cuando ad portas de su martirio en la cruz del calvario, la última noche en que estaría con sus discípulos, les encargó que recordaran el momento más trascendente para el cristianismo contemporáneo, cuando el Padre Dios todopoderoso consumó su plan de salvación entregando a su propio hijo, para que muriera por toda la humanidad. Pero no de la forma en que mueren los mortales, sino que cargando sobre sus hombros el peso de la maldad de toda la humanidad (muerta, nacida o por nacer).
Por este tremendo sacrificio y por el significado más lleno de amor y ternura de parte de nuestro Señor Jesucristo, en que se despojó de toda gloria humana para recibir la gloria imperecedera, nuestra Iglesia se prepara un día al año, para realizar este servicio especial.
Todo este ceremonial tiene una preparación previa, se generan equipos de trabajo, unos para la preparación del pan y el vino que se usarán en ella, y otros en coordinar la forma más expedita para que cada hermano y hermana pueda tomar esta Cena.
Dada la cantidad hermanos que asisten a este servicio en nuestro Templo Catedral (que nunca son menos de 10.000), se hace necesario planificar de tal forma, para que todo salga con fluidez pero sin que se pierda la devoción y el sentido de esta conmemoración.
Durante el Servicio, el orden se da según lo establecido en el manual de rituales sacros de nuestra Iglesia. Por lo que todo tiene un orden, incluso la forma de dar la Cena. El Pastor que preside o entrega la Cena (en este caso dada la cantidad personas se requiere un gran número de Pastores), primero entrega el pan diciendo las palabras que fueron establecidas por el mismo Señor Jesucristo, y luego se entrega el vino, que consisten en un trocito de pan y un pequeño vaso que contienen alrededor de 5 c.c. de vino.
En cuanto a la preparación del pan y el vino, estos se realizan el día anterior. En el caso del vino se hace con unos tres o cuatro días de anticipación. Este es un brebaje que se le extrae todo el alcohol, para dejar apto para la ceremonia.
Nuestra Iglesia, nacida el 12 de Septiembre de 1909, es hija de la Providencia de Dios. Ningún hombre o grupo de hombres la ideó, ni hizo trámites para añadir una más a las múltiples existentes a esa fecha.
Podemos establecer sin lugar a dudas que el comienzo de las Conferencias en nuestra Primera Iglesia Metodista Pentecostal se inician a partir de los primeros años de su formación, con el Superintendente Willis C. Hoover dirigiendo las Iglesias de Santiago y Valparaíso.
El objetivo principal de la Conferencia Anual es la de ejercer funciones Espirituales y Administrativas, como así también contribuir de manera sostenida a la Unidad de la Iglesia en torno a las enseñanzas de nuestro Salvador Jesucristo de ir por todo el mundo a predicar el evangelio a toda criatura, para ir a buscar y salvar lo que se había perdido, para lo cual el mismo solicita que vayamos a Él, único maestro que capacita a la iglesia para formar pescadores de hombres.
La Conferencia reúne a Pastores venidos de todo el país, y se ha internacionalizado con la presencia de Pastores y Obispos extranjeros que asisten desde Argentina, Bolivia, Uruguay, Brasil, México, Australia y Estados Unidos.
La Conferencia Anual es presidida por nuestro Obispo.
Las reuniones de Conferencia se desarrollan comenzando en las mañanas con un Devocional al cual tiene acceso toda la Iglesia. Finalizado el Devocional, los Pastores pasan a sus sesiones de trabajo.
Las sesiones de trabajo en las cuales solo intervienen los Pastores son dirigidas por una Mesa Directiva que la encabeza nuestro Obispo en su calidad de Presidente de la Iglesia, junto a un Pastor Secretario de Actas y un Pastor Prosecretario, que toman nota de todo lo que se trata en dicha reunión, paralelo a esta actividad central, en otra dependencia se constituye la Comisión de Orden Ascenso y Disciplina (C.O.A.D.), para tratar temas propios de su cargo.
Las Pastoras por su parte, bajo las órdenes de nuestra Diaconisa se reúnen en otro lugar para tratar temas de interés para las Dorcas.
En relación a la atención de todos los integrantes de la Conferencia (Pastores, Pastoras y visitas), se forman diferentes equipos de atención (Protocolo, Atención Pastores, Atención Pastoras, Secretaría, Guardarropía, Movilización, Casino, etc.). Todos ellos preparándose aproximadamente dos meses antes.
Por la noche, se celebran Reuniones Generales con la asistencia de toda la hermandad, se cuenta con la participación de Coros Unidos, Coro Polifónico, y la Orquesta Sinfónica Evangélica.
En el Altar se encuentra nuestro Obispo y el Directorio de la Iglesia, como asimismo los Pastores y Obispos que forman parte de la Conferencia.
En estas Reuniones Generales los Pastores y Obispos presentes tienen la oportunidad para dirigirse y saludar a la iglesia, predicando cada día un Pastor distinto, además de contar diferentes experiencias que son edificantes para la hermandad, para los Pastores y para toda la audiencia de Internet, ya que las Reuniones Generales en cada día de Conferencia son transmitidas a través de la red mundial.
El último día de Conferencia, es una ocasión de mucha emoción y celebración. Previo a la gran reunión de clausura, se realiza un masivo desfile por las calles cercanas. Posteriormente, se inicia el servicio de reunión con un templo totalmente lleno, en el que viene el momento de entregar las conclusiones finales y que siempre muestran el crecimiento y gran bendición que muestra la Iglesia, también suben al Altar los nuevos Pastores aprobados por la Conferencia para ser ungidos como Pastores Probando y también suben los Pastores que ascienden en sus grados eclesiásticos, de Pastores Probando a Pastores Diáconos y de Pastores Diáconos a Pastores Presbíteros.
Todos los días que dura la Conferencia son de una gran bendición para la Iglesia, y se espera con ansias los 365 días, que al finalizar tendremos que esperar para recibir la del año siguiente.
VIGILIA
Las vigilias tienen su origen en los primeros siglos de la iglesia primitiva, y se llevaban a efecto en la preparación de alguna fiesta religiosa. Consistían en oraciones, himnos, lecturas y peregrinaciones. Durante el pasar de los siglos, cada corriente religiosa le agregó cambios de acuerdo a sus necesidades y liturgias.
En el mundo evangélico, específicamente en el Pentecostalismo, este servicio tiene gran importancia ya que se relaciona mucho en la consagración a Dios, mediante una jornada de oración y adoración.
Nuestra Iglesia realiza por lo general, dos vigilias al año. Una de ellas se realiza en todos los templos pertenecientes a la Catedral Evangélica de Chile y la otra en nuestro Templo Catedral.
El formato de la vigilia puede ser diverso, pero nuestra Iglesia dedica gran tiempo de ésta, a la oración y adoración, ya que el motivo principal, es buscar la entera comunión con Dios.
Este servicio comienza a las 22:00 hrs.de un día viernes para culminar a la mañana siguiente alrededor de las 07:00 hrs. Se toman todos los resguardos necesarios para que esta jornada de oración y adoración se desarrolle en la más completa comunión y sin importunar a los vecinos de nuestros templos.
El servicio se inicia con un periodo de alabanzas, por parte de los Coros tanto instrumental como polifónico, para posterior seguir con una plantilla de oraciones, donde se incluyen desde la importancia de la familia hasta las autoridades del país. Se realizan oraciones especiales para la consagración del pueblo de Dios, para que los asistentes puedan volcar sus inquietudes a Dios Padre por medio de su Hijo Jesucristo y encontrar fuerzas para continuar ejerciendo el mandato de nuestro Señor de ir y predicar el evangelio a toda criatura. El sermón basado en las escrituras, no puede estar ausente, ya que su poderosa palabra es lumbrera a nuestro camino y es la que nos nutre espiritualmente.
Dentro de este servicio también se consideran oportunidades, para que los asistentes puedan compartir experiencias o vivencias de su trayectoria en el evangelio. Este punto es muy bien acogido por parte de la Iglesia, ya que es una instancia de expresión pura, de las experiencias que cada cristiano lleva dentro de su caminar en el evangelio.
La Iglesia Evangélica es llamada a orar por todos sus semejantes, a sobrellevar a los que no conocen las virtudes del evangelio, a perseverar hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, y para ello se hace necesario que se realicen este tipo de encuentros cristianos, donde el recogimiento, la adoración y la poderosa palabra de Dios nos hace mirar con esperanza y optimismo el momento de nuestra redención.
CATEDRAL EVANGÉLICA DE CHILE
SERVICIOS DE CARÁCTER ESPIRITUAL
Reunión en todas las Clases y Locales de nuestro circuito.
Reunión de Hermanos Voluntarios en nuestro Templo Catedral, ellos vienen a entregar y recibir trabajos espirituales que les son encomendados, como también, se les instruye en doctrina evangélica.
Reunión de Hermanas Dorcas en nuestro Templo Catedral y en todas las clases del circuito, en esta reunión toman parte Señoras y Señoritas para orar por nuestro Pastor, Pastores, Misioneros y Hombres de Dios, que llevan el mensaje del Evangelio, por todo el mundo, oran también por nuestros gobernantes, y por nuestra patria para que se cumpla la promesa del Espíritu Santo, que Chile será para Cristo.
Estudio Bíblico en nuestro templo Catedral, con todos los hermanos Profesores. Allí se les da la enseñanza impartida por nuestro Pastor Reverendo Héctor Cerda Gómez, para llevarla el domingo a todas las Escuelas Dominicales del circuito.
Servicio de Evangelización en todas las Clases y Locales de nuestro circuito.
Escuela Dominical en nuestro Templo Catedral y en todas las clases de nuestro circuito. Por tratarse de una escuela del Señor, son invitados todos los hermanos con sus niños.
Reunión General en el Templo Catedral y en todos los Templos de nuestro circuito.